lunes, 22 de agosto de 2011

¿Cuántas veces dije Dios es negro y no va a Starbucks?

Bueno comienzo confesando que fui a Starbucks por segunda vez en mi vida, 19 de agosto, cumpleaños de Sandro, día para recordar. Si si fui a Starbucks, no encontré un Café Martinez en Pueyrredon desde Santa Fe hasta Las Heras, eh! ¿Otra confesión? Si, me hice fan de Café Martinez, con vergüenza lo digo, pero este será un tema  a tratar en otro momento. Volviendo el tema debo contar mi experiencia en el famoso supermercado de café.
Ese concepto de supermercado de cadena, tamaños enormes, autoservicio de mesa, muy MC. Esa sería la descripción correcta muy MC. Ni PUMPER NICK era así.
Starbucks tiene esos chicos, en atención al cliente,  que te hacen tantas preguntas cuando pedís algo fuera de la carta que no sabes que responder porque no te alcanza el tiempo para procesar cada una de ellas. Como consecuencia, no entendí los tamaños que la cafetería en cuestión ofrece, así que lo elegí señalando con el dedo y diciendo ‘’ete’’. Claro, ella tampoco entendió y me dio otro, uno más grande. ¿Algo más me pregunto la chica? Pensé yo: Por supuesto, el café con leche va como mínimo con 2 medialunas, ay dios donde estas para iluminar a esta gente!
Pedí las medialunas y si, es un punto aparte. Sacó las medialunas de una  caja cual APU a las Rosquillas, las pintarrajeo y las metió en un horno 2 minutos para luego entregármelas en una bolsa junto al café con leche como si fueran recién hechas. Pero yo vi todo todo, ya no podía creer que estaba recién hechas.
Son $25,50, tenia todo en las manos vaso, medialunas y billetera. Bueno dejo todo para pagar con 100 pesos y la moneda, estiro la mano y escucho  “¿mas chico no tenes, otro billete, 25 con 50, tarjeta de debito, tarjeta de crédito?” yo tratando de sostener mi decisión contesto: “no, pero tengo la moneda”  pero la respuesta fue  “¿mas chico no ten…”…”no, pero tengo la moneda…” y  “¿Tarjeta de debito no tenes?”. De un momento a otro me encuentro en una situación en la que yo tenia que darle una explicación a la chica de Starbucks. Eh? Tenia que hacerlo? Que le digo? No no tengo?  Yo necesitaba el cambio, para que? Esto se estaba estirando mucho y yo ya dudaba si debía darle una explicación a alguien que no conocía, porque me convenció con su gesto que era imposible que no tuviera tarjeta de debito y que le estaba mintiendo. Que atrevimiento!! Conteste: “no no, tengo 50 pesos los queres “(casi con lagrimas en los ojos por la impotencia de no poder sostener mi misión, simple, pagar con 100 pesos).  Rápido, ella estiró una mano, tocó con la otra un botón, salió el ticket, la caja se abría y triunfadora contestaba ‘’si’’.  Ya tenia todo, por dios, donde estaba el azúcar pregunté en mi interior, pero lo dije también y la chica me señaló donde.
Me fui a sentar, saque mis libros de Kafka y Wilde para leer un rato cada uno mientras escuchaba música, tomaba mi café con leche enorme y esperaba 2 largas horas a que me atendiera un dentista a unas cuadras de allí.
¡Que desubicada con esos libros! La gente que pasaba por la cafetería era rápida (nadie tardó lo que yo en la caja), apurada, hiperquinetica, con laptops que abrían apenas se sentaban aunque sea  por 10 minutos, trabajaban, hablaban con por sus blackberries…
¡Ay por dios cuantos seres humanos pasaron por allí! hasta había algunos que esperaban con sus vasos en mano a que se desocupe un lugar para sentarse. Quede arrepentida de no tener mi cámara fotográfica para retratar ese momento.  Pero bueno, todo no se puede pedir y Dios es negro, no va a Starbucks…